El hispanista, que gozó de una extraordinaria fama de divulgador, confeccionaba catálogos de arte para fijar las «presas» que acabaría comprando y mandando a Estados Unidos
El redescubrimiento del claustro de Palamós, junio de 2012, destapó la figura de Arthur Byne. Lo más curioso del dibujante americano es que fue todo un héroe en la época -primeras décadas del siglo XX-.
Las crónicas hablaban de un hispanista comprometido con las labores de difusión de los valores hispanos al otro lado del Atlántico. Y en cierto modo fue así. Junto a su mujer, Mildred Stapley, escribió y publicó diversos libros de arte. Lo que no se imaginaban sus coetáneos es que aquellos volúmenes eran una especie de “enciclopedia del expolio”. Byne localizaba los objetos de arte más deseados, los reunía en catálogos y finalmente operaba con parte de esos bienes para mandarlos al exilio.

En esa especie de telaraña comercial, Hearst era el cliente, Julia Morgan la directora de orquesta, Byne el conseguidor y diferentes anticuarios y marchantes españoles, las personas que se recorrían el país buscando “tesoros” en las iglesias más recónditas. En cualquier caso, la relación de Byne en el negocio de Ciudad Lineal nunca se ha llegado a acreditar. ¿Estaba el americano detrás de la “exportación” de un gran claustro románico a Estados Unidos que finalmente acabó en Palamós? Quizá algún día obtengamos un documento que nos saque de dudas.