
San Pedro de la Nave (Zamora) es la iglesia visigoda más importante de la península. Pero asociada a la historia de un bien prerrománico siempre aparece la de su traslado, una operación ejemplar que marcó época. La autorización para la creación del embalse de Ricobayo solo dejaba dos vías: no hacer nada y permitir que las aguas engulleran las piedras de este extraordinario templo o impulsar su traslado a tierra firme.
En efecto, la colaboración de las autoridades, tareas de profesionales como el arqueólogo José Ramón Mélida y la colaboración del historiador Manuel Gómez-Moreno con el arquitecto Alejandro Ferrant fueron los pilares del traslado de un edificio declarado Monumento Nacional en 1912. Entonces se aplicaron modernos criterios, parecidos a los que se utilizan en el siglo XXI. Favorecer la originalidad de la obra, no transformarla y respetar su esencia fueron razonamientos básicos que permiten acceder hoy a San Pedro de la Nave como lo hacían nuestros ancestros desde los últimos siglos del primer milenio.

Precisamente, San Pedro de la Nave aparece como una de las primeras iglesias fotografiadas en el Catálogo Monumental de Zamora, elaborado por el propio Gómez Moreno a principios de siglo, publicado ya en los años treinta. De las distintas corrientes artísticas prerrománicas, San Pedro de la Nave es modelo del arte visigótico. Los visigodos llegaron a la península sin una idea clara de tendencia artística, aprovecharon las líneas predominantes en la época y, sobre todo, dotaron de personalidad propia a cada templo, con una variedad de estilos y soluciones arquitectónicas sorprendentes. Sin la sensibilidad de los especialistas y políticos de la época, hoy el maravilloso capitel de Daniel en el foso de los leones estaría a muchos metros bajo el agua, como una especie de Titanic de piedra.
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