San Pedro de Arlanza, un poema de ruinas, abandono y belleza

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El monasterio de San Pedro de Arlanza, a principios del siglo XX. Foto: Polentinos, Aurelio de Colmenares y Orgaz, conde de (1873-1947). Fototeca del IPCE.

Un historiador escribió sobre los restos del monasterio benedictino: Arlanza “pone el luto en el corazón, el llanto en los ojos”. Historias como la venta de sus pinturas explican el deterioro de uno de los complejos patrimonioales más importantes del país

Tan apasionante es la historia del monasterio benedictino de San Pedro de Arlanza (Hortigüela, a 45 kilómetros de Burgos) como evocadoras y románticas son sus actuales ruinas, que desafían la climatología y el imparable paso del tiempo. Numerosos datos históricos y leyendas se esconden entre los muros ya desnudos del monasterio, impulsado en el año 912 por Gonzalo Fernández, padre de Fernán, primer conde independiente de Castilla. El precioso valle sobre el río Arlanza no fue un lugar arbitrario: los monjes ya ocupaban múltiples eremitorios en este complicado enclave natural.

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Vista actual del monasterio, en invierno. Foto C. R.

A Arlanza se le considera de la “Cuna de Castilla”, de la misma forma que San Juan de la Peña dio origen al Reino de Aragón. A tal punto, que el conde Fernán González y su esposa doña Sancha fueron enterrados entre sus piedras hasta que en el siglo XIX fueron trasladados los cuerpos a la Colegiata de Covarrubias, cuando las desamortizaciones, el expolio y el fuego echaron abajo una de las joyas patrimoniales del país. Quien se acerca hoy al paraje cercano a Covarrubias todavía puede apreciar la torre del siglo XII y los muros que soportan la impresionante iglesia monacal de tres naves rematada por sendos ábsides. El historiador Rodrigo Amador de los Ríos escribió que las ruinas de Arlanza, al descubrirlas, ponen “luto en el corazón, llanto en los ojos”. La historia ha privado a San Pedro de su época de esplendor, perdida para siempre o diseminada en diferentes museos del mundo.

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Arquería en ruinas del monasterio. Foto Código Románico

 

De hecho, quien quiera apreciar una de sus antiguas cinco puertas, no tendrá que viajar al valle del Arlanza. Puede verla reconstruida, con todo el esplendor y singularidad de sus capiteles, en la sala de arte hispano del Museo Arqueológico Nacional. Hoy se puede observar la estructura heredera del templo románico original, del que desapareció su primitivo claustro (el actual se realizó, con mayores dimensiones en el siglo XV), aunque queda la sala capitular. En el interior aún se pueden encontrar decena y media de capiteles, que muestran la originalidad y toque clásico de su decoración (bolas, volutas…).

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Grifo, pintura de la sala palatina, en la Torre del Tesoro. Foto MNAC.

Uno de los elementos más impactantes es la arquería que recorre el claustro, y que apunta a una planta superior. Y precisamente sobre una de las estancias que aún restan, la antigua sala capitular, se pueden apreciar los vestigios, las huellas de la Torre del Tesoro. Viendo hoy sus pinturas en el MNAC y en el Museo de los Claustros de Nueva York, podemos imaginarnos la categoría, la belleza de un espacio cuyo simbolismo trasciende a las paredes desnudas que hoy apreciamos. La historia de la venta y huida de sus pinturas refleja la desidia, el abandono y la falta de amor por nuestro patrimonio.

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El monasterio de San Pedro de Arlanza, a principios del siglo XX. Foto: Polentinos, Aurelio de Colmenares y Orgaz, conde de (1873-1947). Fototeca del IPCE.

 

 

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