
¿Imaginaste alguna vez poder disfrutar a un metro el célebre cimborrio románico de la Catedral Vieja de Salamanca? ¿Sabías que puedes revivir los efectos del terremoto de Lisboa de 1755 en la Torre antigua? ¿Has fantaseado alguna vez con convertirte en un pájaro para sobrevolar el corazón del patrimonio salmantino? La respuesta está más cerca de lo que crees y tiene nombre: Ieronimus.
El fin de semana ya está aquí. Si queremos que se convierta en una nueva experiencia románica y, además, de primer orden, podemos optar por una de las actividades más sorprendentes que se pueden realizar ahora mismo en nuestro país. Se trata del programa Ieronimus: el techo, el «cielo», de las catedrales de Salamanca. No importa que ya hayas visitado el espacio catedralicio en alguna ocasión, porque esta vez estarás ante una visión absolutamente nueva. De puertas para adentro, tendrás la ocasión de rozar con los dedos el cimborrio escamado de la Catedral Vieja, «herencia» de la Seo de Zamora. Podrás igualmente entender mejor los efectos que el terremoto de Lisboa de 1755 tuvo en el edificio, con una recreación virtual en la torre vieja. De puertas hacia fuera, es difícil imaginar una perspectiva mejor de la ciudad del Tormes. Desde allí, desde el corazón de una ciudad Patrimonio de la Humanidad.

El nombre de Ieronimus —título del exitoso programa— procede de Jerónimo de Perigueux, obispo del Cid, época de la repoblación encargada a Raimundo de Borgoña. Bajo este envoltorio, nos acercamos al corazón de la Edad Media para descubrir el poso de la Catedral Románica y su conexión con el nuevo edificio que se adosará entre los siglos XVI y XVIII, mezclando ya un gótico muy tardío con los estilos renacentista y barroco. Desde allí arriba, uno tendrá la sensación de «conquistar» definitivamente el espacio sagrado.
Asimismo, un recorrido interior nos permitirá observar y disfrutar a vista casi de pájaro los espacios de la Catedral Nueva. Será el momento de adquirir una nueva perspectiva de la monumentalidad del edificio que lidera el patrimonio salmantino. Ahí arriba, de terraza en terraza, prácticamente pisando la cubierta del conjunto, podremos distinguir los principales edificios del patrimonio de la ciudad en una «rueda» de 360 grados que conecta el Tormes con el resto de Salamanca. Una experiencia extraordinaria, obligada para los amantes (y no) del patrimonio.