Más allá del arte que atesoran sus capiteles, el claustro de Santa Juliana desprende paz y serenidad, la misma que han disfrutado los monjes durante siglos bajo la convicción de que sus oraciones alrededor del vergel conectaban directamente con el paraíso.
Ni es santa, ni llana ni tiene mar… pero recorrer las calles empedradas de Santillana del Mar es un disfrute al que nadie debería renunciar. Abruma que el municipio albergue la cueva cuyas paredes soportan desde hace decenas de miles de años las pinturas rupestres más importantes del planeta: Altamira. Pese a ello, el corazón del conjunto histórico está rematado por uno de los edificios románicos más importantes de toda Cantabria. La Colegiata de Santa Juliana impone desde las calles que conducen tal templo levantado en el siglo XII. Pero, sin duda, la magia comienza a fluir cuando el visitante se dirige al claustro románico situado en el lado norte del edificio. Allí se yerguen columnas y capiteles para soportar un recinto rematado en una portada apuntada escondida bajo multitud de plantas trepadoras.

Así que ese viaje diferente, evocador, tiene especial significado en estas fechas, quizá en compañía de una fina lluvia que convierta el contexto histórico de Santillana en una experiencia especial. En silencio, uno recorre las diferentes crujías del espacio, dejándose llevar por la curiosa ornamentación de los capiteles: escenas figurativas y vegetales que entroncan, según los expertos, con regiones como la de Aguilar de Campoo.
La galería sur es una de las más interesantes. Sus capiteles presentan temas figurativos como el Pantocrátor y los apóstoles, la vida de Juan el Bautista, el Descendimiento de Cristo o Daniel en el foso de los leones. También existe «una curiosa escena con el recibimiento de una dama a un caballero alentado por un ángel cuya cabalgadura es acosada por otras especies de presa, combates entre ángeles, caballeros y basiliscos, más un pastor con su callado intentando ahuyentar a las fieras que merodean al ganado»*.
En la crujía occidental hallaremos una mezcla de figuras y motivos vegetales. Entre estos últimos, espirales, cestería y tallos envolviendo animales fantásticos como grifos o centauros. Por último, en la galería norte solo hallaremos motivos vegetales como frondas.
Más allá del arte románico que destilan los arcos de las galerías, ligeramente apuntados, el claustro de Santa Juliana desprende paz. La misma que los monjes del cenobio debieron de compartir alrededor del vergel durante siglos bajo la convicción de disfrutar del espacio más sagrado de todo el edificio, el que conectaba sus oraciones con el mismísimo paraíso.