Ignacio Martínez levantó un claustro románico en Madrid y guardó bajo llave el secreto de su génesis. Historiadores, arquitectos y especialistas en distintas materias relacionadas con el Patrimonio siguen preguntándose de dónde surgió la obra de supuesto origen medieval que hoy impresiona en una finca privada de Palamós. Esta es la historia del comerciante zamorano.
El testimonio de los familiares, la escasa documentación en la que aparece registrada la actividad comercial de Ignacio Martínez y las valoraciones de expertos en Historia y Patrimonio nos ayudan a acercarnos a la figura del prestigioso anticuario Ignacio Martínez, que nació en Zamora en 1888 y falleció en Santa Coloma de Gramanet en 1956.
El origen familiar de Ignacio Martínez Hernández fue determinante en su actividad como anticuario, comerciante y restaurador. A finales del siglo XIX, el artesano Fernando Martínez Pardo, natural de Medina de Rioseco (Valladolid), extendió su actividad a toda la región castellano-leonesa. En un pequeño pueblo de la provincia de Zamora, Fuentelapeña, conoció a Teresa Hernández Viejo, con la que contraería matrimonio poco más tarde. Esta circunstancia llevó a Fernando Martínez a instalar su residencia en Zamora capital, donde inició una intensa y prolífica actividad como anticuario y restaurador.
La familia lo recuerda como «uno de los primeros anticuarios de España». Sus negocios se dejaron notar en el Obispado de Zamora y en la Catedral, donde acudía de forma asidua para pujar por diferentes obras de arte. Por citar solo algunas, varias arquetas árabes —entre las que se hallaba el Bote de Zamora, que hoy se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional, tras una fallida operación de comercio con Estados Unidos— o un relieve románico de grandes dimensiones —el León de la iglesia de San Leonardo— que vendió al Museo Metropolitano de Nueva York, donde hoy se expone al público en el vestíbulo de la sección The Cloisters.
Fernando Martínez y Teresa Hernández concibieron una larga prole de la que Ignacio Martínez era el primogénito. La enfermedad y la desgracia provocaron la temprana muerte de cuatro de los ochos vástagos de la familia zamorana. Junto a Ignacio sobrevivieron María Ángeles, Eugenia y Jerónimo. El temprano fallecimiento de Fernando Martínez —un documento del Archivo Diocesano de Zamora de 1919 refleja que el comerciante no pudo ya completar el pago de la iglesia de San Leonardo de la que había extraído el relieve del León— dejó el liderazgo familiar en manos de Ignacio Martínez, que había aprendido el oficio de anticuario «del mejor maestro», sostiene la familia.