La escultura policromada de los corceles de los Reyes Magos, una de las sorpresas que más ha llamado la atención del más de un millón de visitantes que han visitado la recién clausurada muestra sobre el artista de Santiago en El Prado
La exposición temporal Maestro Mateo del Museo del Prado, clausurada el pasado lunes 25 de abril con más de un millón de visitantes, ha llamado la atención de muchos más por las sorpresas que por lo que realmente esperaban encontrar: una muestra breve, concisa y que, gracias al novedoso acompañamiento de una tableta que narra la peripecia vital y artística de Mateo, consigue que el visitante abandone el espacio transformado.

En efecto, «Maestro Mateo» se presentaba como un espacio ideal para reunir varias esculturas del artista, algunas de ellas completamente desconocidas hasta la fecha. Los responsables del Prado eligieron un enorme lienzo circular, pintado de verde oscuro, para recomponer el rosetón de la desaparecida fachada exterior del Pórtico de la Gloria de Santiago. Era el reclamo que llamaba al visitante a recorrer la única sala en la que el museo nacional reuniría varias esculturas-estatuas del maestro.
Quizá han sido dos los aspectos más llamativos. De un lado, el uso de tabletas digitales para navegar durante media hora por fotografías, vídeos y textos que ayudan al espectador a acercarse a la influencia de Mateo en la transformación de la Catedral de Santiago de Compostela. La configuración del edificio, el descubrimiento del coro pétreo o los detalles de la restauración de la obra magna, el Pórtico de la Trinidad, harán pensar a los comisarios de las exposiciones si no es este método —el de las tabletas digitales— una fórmula idónea para entender (más que ver) una exposición. De momento, el patrocinio de la firma Samsung lo hizo posible.

De otro lado, ha robado la atención una curiosa escultura que se ha convertido en emblema de la muestra. Se trata de la inesperada presencia de los caballos de los Reyes Magos, de visita al rey Herodes en su búsqueda del Mesías. La pieza es una reliquia del antiguo coro, ya desaparecido. Tras el derribo del coro, se utilizó como material de relleno en la célebre escalinata de la fachada de la plaza del Obradoiro. En 1978 fue recuperada y colocada junto al resto de colecciones artísticas de la Catedral.
En realidad, se trata de una escena pétrea que expresa el movimiento de una escena casi actual: los caballos del cortejo real aparecen junto a un torreón de arquitos ciegos, rematado por un tejadillo de escamas. En el Prado se perciben los últimos restos de la policromía original del Maestro Mateo, tendente a decorar con colores e incluso dorados sus creaciones. Los citados caballos, cada uno con cuidados detalles personalizados, parecen arrancar hacia Belén para encontrarse con el recién nacido Jesús, tras visitar a Herodes. Una escultura de hace ocho siglos que sigue «moviéndose» en la actualidad, para sorpresa de los contemporáneos. ♦