El románico que impresionó a Picasso

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La Crucifixión. Pablo Picasso. Musée National Picasso. Paris. 1932

El artista universal se dejó impregnar por el «primitivismo» de la pintura mural de la Edad Media y se convirtió en pieza clave para poner en el mapa un arte denostado, considerado ingenuo y arcaico

 Hasta finales del siglo XIX y principios de la siguiente centuria, la pintura románico experimentó una falta de afecto notable que se evidenció en dos actitudes: o pasaba desapercibido o, directamente, se ocultaba tras un enorme retablo. El «primitivismo» y la «ingenua» visión de los artistas medievales habían sido hechos denostados por los coetáneos. Sin embargo, hubo un «renacimiento» de las figuras frontales, hieráticas, coloridas del arte románico. Y mucha culpa fue de artistas de renombre mundial, como el mismísimo Pablo Picasso.

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Vanitas. Pablo Picasso. Musée National Picasso. París. 1946.

Recientemente, el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) ha echado el cierre a una exposición que precisamente mostraba la relación, la pasión, de Pablo Picasso por el arte pictórico del periodo románico. El malagueño universal se dejó impresionar por la pintura mural del románico pirenaico al punto de admirar ese primitivismo que hasta la fecha había sido mal considerado.

La muestra «Picasso-Románico» no trataba de establecer una relación directa de influencia entre la pintura mural medieval y la obra del artista. Picasso había dado ya muestras de su capacidad para «transformar» cualquier tipo de influencia. Picasso sí descubrió que el artista medieval se había enfrentado hacía siglos a encrucijadas comunes ante el lienzo, adoptando soluciones plásticas que podían ser perfectamente contemporáneas. El malagueño adoptó por entonces un regreso a esa visión primitiva que en Barcelona vería ante sus propios ojos.

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Pinturas de Sorpe y Descencimiento de la Cruz. MNAC.

De hecho, la relación de Picasso con el arte románico tuvo dos encuentros separados por tres décadas. A principios del siglo XX, Picasso visitó el pueblo de Gósol, en los Pirineos. En 1934 asistió a la puesta del Museu Nacional d’Art de Catalunya, prólogo del actual MNAC. De aquel encuentro y de lo que sus propios amigos enviaban al artista —que entonces marchó a París para nunca más regresar— existe una colección de libros, revistas, cartas y postales que fueron exhibidas en la propia muestra clausurada en febrero.♦

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