
Una veintena de vecinos se aferran con orgullo al prestigioso edificio, que mantiene su brillo pese a sufrir la transformación y el expolio, con robos tan célebres como la silla de san Ramón a cargo de Erik el Belga
En la estación de otoño se produce una simbiosis única el Alto Aragón, donde el verde de la vegetación ha tornado en amarillo, ocre o rojo. Ya solo la contemplación de la magia natural del Pirineo merece la visita, pero hay más. La provincia de Huesca atesora algunos de los mayores tesoros medievales del país, cuya belleza es inversamente proporcional a su tamaño.
Quizá sea la Catedral de San Vicente, en el minúsculo pueblo de Roda de Isábena al norte de Barbastro, el edificio románico que mejor representa esta paradoja. El singular monumento reúne varios hitos: es la catedral más antigua de toda Aragón y Roda, la localidad más pequeña con catedral. Aunque, cierto es, el pueblecito y el antiguo condado de la Ribagorza vivieron en el pasado tiempos más felices que los actuales.

Primero porque Roda, un pueblecito enclavado en un precioso balcón que mira al Pirineo por los cuatro costados, apenas conserva veinte habitantes y es pasto del fenómeno de la despoblación que acecha a la tristemente popular España vacía. Una realidad que no merma el orgullo de quienes todavía resisten junto a su Catedral. La Catedral efímera. En el temprano siglo X, Roda fue segregada del Obispado de Urgell (año 957) y se ganó el derecho propio al asiento de un obispo, que gobernaría espiritualmente el territorio de la Ribagorza. Un privilegio que expiró solo dos siglos más tarde, cuando Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, se llevó la sede episcopal a Lérida. Y así, a lo largo de la historia, San Vicente pasó de catedral a colegiata y, hoy, únicamente a iglesia parroquial.
Uno de los momentos más lustrosos lo representó el obispo san Ramón, que dejó huella tanto en Roda como en todo el territorio colindante. Habrá quien recuerde a Ramón de Roda consagrando las dos joyas del Valle de Bohí: Sant Climent y Santa María, en 1123. El obispo terminó las obras de la catedral, ejecutadas primero por maestros lombardos, relevados por sus colegas navarros. Así que el estilo del edificio original fue un románico lombardo que se aprecia aún hoy, pese a sucesivas transformaciones, como la de su elevada torre barroca.

El interior de la catedral está hoy desnudo, pero conserva aspectos interesantes de su traza románica, perceptible en la cabecera y en la cripta. Allí se conserva uno de los elementos funerarios más importantes de Aragón, el sepulcro del propio Ramón (siglo XII). En él se aprecia el carisma de la escultura románica, narrando escenas de la Virgen (la Anunciación, la Visitación, la Natividad o la Huida a Egipto).
Otro de los espacios más interesantes se encuentra —no podía ser de otra forma— en el recoleto claustro de la catedral. Más allá de sus capiteles, decorados con formas vegetales y animales, y del friso con el clásico taqueado jaqués que
caracteriza el Camino de Santiago, destaca el insólito número de laudas (inscripciones) funerarias que se pueden leer en el intradós de los arcos de medio punto. El nombre de los difuntos favorecía y facilitaba la oración en el espacio claustral.

Pero sí importante es lo que se puede ver, tanto o más es lo que un día se vio y hoy ya no está, o ha regresado parcialmente. Entre los muros de la catedral se puede encontrar uno de los muebles más antiguos de Europa. Se trata de la valiosa silla de san Ramón, tallada en madera y de estilo vikingo. La silla es tan célebre como la fama del mayor ladrón de arte de Europa en época contemporánea: René Alphonse van den Berghe, Erik el Belga. En 1979, el expoliador se llevó del museo diocesano —en una de las dependencias de la catedral— casi medio centenar de bienes muebles de todo tipo, que incluían la valiosa silla románica. Tiempo después, acabó por recuperar parte del mueble, que había sido troceado para facilitar su venta y dispersión. Hoy se exhiben las citadas piezas en una descarnada estructura de metacrilato que muestra, a las claras, los efectos devastadores del expolio artístico.
Horario de visitas

Mañanas, a las 11.15 – 12.30 y 13.30 horas
Tardes, a las 16.30 y 17.30 horas
Del 1 de Junio al 30 de Septiembre, se añade una visita a las 18,30 horas.
Precio de la entrada: 3 euros
Teléfonos de información: 974 540 728 – 974 544 535 – 616 378 116