
El Museo Diocesano de Jaca conserva desde 1970 las pinturas murales de la iglesia zaragozana de San Julián y santa Basilisa, la única narración bíblica completa, que estuvo a punto de desaparecer
La primera oleada del «tsunami» románico llegó a la península por el Pirineo catalán, procedente de la Lombardía italiana. La segunda ola, en plena influencia de la abadía de Cluny como motor del desarrollo del nuevo arte, la poderosa corriente penetró por Roncesvalles y Somport, ayudada por una vía de comunicación ancestral: el Camino de Santiago. Allí, hubo un edificio que se convirtió en el manual arquitectónico del emergente estilo, que condicionó la construcción de hitos románicos, como la Catedral de Santiago de Compostela. San Pedro de Jaca, en una primera etapa, fue la «capital» románica.
No extrañará por tanto que en el siglo XX se convirtiera en una colección expositiva de referencia, ya desde los años treinta. Pero algo pasó en la década de los setenta que catapultó al Museo Diocesano de Jaca. La Seo se había convertido en depositaria de todo tipo de objetos artísticos que corrían serio peligro de desaparecer en las pequeñas iglesias rurales que pertenecían a la diócesis. De aquel heterogéneo conjunto artístico, hubo un elemento capital, diferente. Es el que hoy llena de colorido la emblemática «sala Bagüés».
En el ecuador de la década de los sesenta, después de rastrear las iglesias de pueblos que comenzaban a desaparecer, los responsables de la diócesis descubrieron en los muros de la iglesia de San Julián y santa Basilisa la única Biblia pintada que se conserva. Los muros del templo de la localidad zaragozana de Bagüés custodiaban, a duras penas, la esencia cristiana como una especie de metáfora. Las páginas de esa original biblia habrían de leerse de izquierda a derecha, de arriba abajo, como una especie de comic. Desde la creación del mundo y las narraciones del Antiguo Testamento (Adán y Eva, el Arca de Noé, Caín y Abel) hasta la Natividad, Vida Pública de Jesús, la Pasión y finalmente, la Resurrección y ascensión hacia los cielos. Es decir, la bajada de Dios a la Tierra, su conversión en ser humano y, de nuevo, su divinización y ascensión a los cielos.
El caso es que en 1966 las pinturas fueron arrancadas con la técnica del «strappo» y llevadas a Barcelona para su restauración durante dos años. En el Museo de Jaca se construyó la nave artificial de una iglesia idéntica a la de Bagüés junto al claustro de la catedral. Allí fueron trasplantadas las pinturas, en un espacio de 13 metros de altura que suponía un antes y un después para la pintura mural románica: se trataba de dar a conocer la única biblia pintada completa en una iglesia. ¿Un unicum? Posiblemente otros templos lucirían en tiempos románicos ejemplos similares, pero este es el único que ha sobrevivido.
Mientras tanto, el arrancamiento de las pinturas —un proceso habitualmente traumático— se cuidó de dejar sobre la piel de los muros de Bagüés los dibujos preparatorios. Los trazos que los artistas románicos llegados a la iglesia zaragozana recién estrenado el siglo XII, que después serían coloreados con vivos tonos, permanecerían a la vista. Fueron estas «sinopias» las que permitieron que el templo recibiera la protección de bien de interés cultural, que supuso la restauración de la cubierta y, prácticamente, su salvación.
El Museo Diocesano promovió el regreso, de alguna manera, de las pinturas a Bagüés. En un muro levantado en el siglo XVI —Patrimonio no permitía pintar sobre las sinopias— fueron recreadas una parte de las pinturas por alumnos de arte, con el fin de dar una idea al visitante de cómo fue San Julián y santa Basilisa en origen. Por un lado, tenían los dibujos originales. Por otro, una representación aproximada de sus pinturas, de su dinamismo, de su categoría artística.
En las últimas cinco décadas, la impresionante «sala Bagüés» se ha convertido en el principal reclamo para los turistas y amantes del románico. Una experiencia similar a la que se puede vivir en los salones del MNAC de Barcelona.
Es impresionante como se ha podido conservar, restaurar…el museo Diocleciano de Jaca y su sala Bagues con los maravillosos murales bíblicos que difunden de una manera gráfica las escenas bíblicas en en siglo xII, creo que Cluny, difunden al pueblo su religión y se nos ha permitido ver la maravillosa obra mural
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