
A las afueras de la ciudad americana descansa el claustro del monasterio segoviano, expoliado en los años veinte después de servir de establo y almacén de cereal
Ochenta kilómetros al norte de Segovia se sitúa lo que queda del monasterio cisterciense de Santa María de Sacramenia, hoy en manos privadas y con un horario de visitas de apenas tres horas semanales. Su penosa historia representa como ninguna el expolio y la pérdida de bienes históricos del país en el primer tercio del siglo XX. El resto del complejo monástico —el claustro y el refectorio—descansa a las afueras de Miami, rebautizado como monasterio de San Bernardo de Claraval.

Sacramenia fue quizá la presa más jugosa capturada por Arthur Byne, el falso hispanista norteamericano que fijó sus ojos en Santa María por su belleza y otro detalle de particular importancia: el complejo se encontraba en manos privadas y era «el único que podía comprarse en Europa». Sus planes consistían en adquirirlo a buen precio, desmontarlo y enviarlo a Nueva York, en cuyo puerto aguardaba el empresario William Randolph Hearst, deseoso de nutrir de auténtico arte su finca en San Siméon, California, y un futuro museo medieval en la Universidad de Berkeley.
De la inspección de Sacramenia, Byne quedó maravillado. Su claustro había sido tapiado y convertido en establo, el resto de las instalaciones servían de almacenaje de una explotación de cereal. Precisamente, esta circunstancia había permitido conservar mejor algunas de sus mayores joyas, sus capiteles y piedras esculpidas.

Tras largas gestiones, Byne compró el claustro y el refectorio a su propietario, un comandante de Artillería afín a la dictadura militar y con cierta influencia que abrió definitivamente las puertas del éxodo de Sacramenia. En 1926 comenzó el desmantelamiento de las instalaciones: más de 35.000 piezas serían embaladas en cerca de 10.600 cajas, rumbo a Nueva York, previo paso por el Puerto de Valencia. Byne hizo prometer a Hearst que nunca contaría la verdadera identidad del monasterio para evitar problemas en el transporte, pero al embargar la última de las cajas, The New York Times publicó un artículo sobre la operación con todo lujos de detalles.
Pero un pequeño (gran) detalle había quedado al descubierto. Byne empaquetó las piedras cistercienses en cajas de madera con paja como mullido. Al llegar al Puerto del Bronx, la mercancía fue incautada, bajo la amenaza de la fiebre aftosa que se transmitía precisamente… a través de la paja. Esta fue una de las trabas que demoró la operación los suficiente como para que Hearst acabara al borde de la ruina, previa irrupción del crack de la Bolsa de 1929.

Un par de empresarios americanos vieron la oportunidad de negocio. Adquirieron las piedras en 1952 —Hearst había fallecido un año antes— y las instalaron a las afueras de Miami como atracción turística, pero el «parque temático» apenas tuvo repercusión. La Iglesia americana acabaría adquiriendo el desafortunado complejo en los sesenta para refundar el monasterio postizo como San Bernardo de Claraval.
VISITAS

Monasterio de Santa María de Sacramenia. Sacramenia (Segovia).
Horario: Miércoles de 10.00 a 13.00 horas.
Consultas: Sonsoles. Teléfono 921 527 057